Si hay una tarea difícil esa es la de educar. Algo que repercute directamente en quienes somos pero, sobre todo, en cómo nos comportamos con el mundo que nos rodea. Por esta razón, enseñar a respetar la naturaleza desde la tierna infancia es clave. Una manera de hacer de nuestros niños ciudadanos de un mundo más sostenible. Algo cada vez más vital, y para lo que podemos valernos de una herramienta didáctica y divertida a la vez: el huerto infantil. Y es que pocas actividades permiten fomentar tantos valores de forma entretenida como cuidar nuestros propios cultivos.La infancia es una época marcada por la curiosidad y el descubrimiento. Dos aspectos que ayudan al niño a crecer y a formar su personalidad. El momento ideal para iniciarles en el conocimiento de esos procesos que parecen magia y que forman parte de la naturaleza.
Veamos cuáles son los auténticos motivos para tener un huerto infantil. Por qué hemos de poder ofrecerle a nuestros peques la opción de cultivar y descubrir la importancia de la naturaleza.
Incluso si a nuestros peques las verduras y hortalizas no les van mucho, el huerto infantil puede ayudar a ello. Por un lado, querrán disfrutar del sabor de aquello que han cultivado y mimado. Por otro, el hecho de haber sido ellos mismos quienes han conseguido llevar a buen puerto un determinado cultivo despertará su curiosidad sobre el mismo.Esa es, muchas veces, la estimulación que necesitan para mirar con otros ojos este tipo de alimentos.
El hecho de que los peques estén expuestos a una actividad de huerto puede ser una maravillosa forma de entender mejor lo que se aprende el aula. Gracias al huerto infantil, serán capaces de familiarizarse desde pequeños con muchos de los procesos vegetales que se estudian en clase. Una manera de entender de forma práctica y divertida lo que dicen los libros. Una manera, también, de sacar el aula al mundo real. La mejor forma de que ellos quieran aprender constantemente.
Pero no solo eso. El hecho de cultivar sus propias plantas de huerto les permitirá también ser conscientes de las connotaciones sociales de su alimentación. De la procedencia de aquello que comen, y del proceso que vive una semilla antes de convertirse en parte de nuestra receta. Una manera, también, de aprender a entender el sistema alimentario mundial. Una manera, también, de comprender a esas muchas generaciones pasadas y presentes de agricultores de nuestro país.Y, por último, el huerto también puede ser una forma de conocer la cultura que le rodea. Una excusa ideal para tomar conciencia de las razones que hacen de unos u otros alimentos los propios de la gastronomía de una zona.
El huerto y sus tiempos son un maravilloso aprendizaje de esta virtud del ser humano. Algo que, en líneas generales, es una de las grandes carencias de los niños. Y es que la infancia está marcada por la prisa, algo lógico si tenemos en cuenta que no tienen el control temporal que tiene un adulto.Simultaneando distintos cultivos en nuestro huerto infantil, unos de crecimiento rápido y otros de crecimiento lento, los peques descubrirán cómo tener paciencia. Insistimos en el hecho de simultanear distintas siembras porque, así, los cultivos rápidos permitirán que no pierdan el interés en los que tardan un poco más.
Si algo tiene el huerto es que exige una rutina. Un hábito diario que, de manera encubierta, promoverá en los peques la responsabilidad de cuidar de sus cultivos. Creando una costumbre de atención diaria, estaremos también educándole en el compromiso con sus tareas. Una forma didáctica y entretenida de enseñarles, poco a poco, a asumir sus obligaciones.
Incluso en el huerto más pequeño pueden surgir contratiempos. Un exceso o defecto de riego o sol, tener que eliminar las plagas, o cualquier otra cosa que suceda será, incluso, positivo para los peques. Gracias a ese tipo de cosas y siempre con nuestra ayuda, aprenderán a encontrar soluciones de una manera práctica… en el huerto y en otros aspectos de su vida.